Victoria se encontraba en la cocina preparando los platillos
para la cena que habría por la noche, mole con pollo, rajas con crema, arroz
blanco, de postre manzanas con crema, arroz con leche, de tomar chocolate, café
con leche, un tequila pa` que amarre, pensaba en algún platillo que se le
pudiera olvidar, que por supuesto fueran del agrado de su invitado.
La casa estaba cobijada aún por el sol, sus rayos brillantes
penetraban a través de las ventanas características de los rayos próximos a
extinguirse por culpa de la noche. En la casa reinaba el silencio a excepción
del concierto de utensilios de cocina y hervor de comida que acontecía en la
cocina.
Finalmente Victoria termino la preparación de los platillos
y se dispuso a preparar su persona, se bañó, se cambió indecisa por la ropa que
portaría por la noche escogió el primer atuendo de varios que se había probado,
se adornó el rostro, le hecho un último vistazo a la casa para que todo
estuviera bien y en orden.
Los rayos del sol hacía rato que se habían ido, Victoria a
decidió que era el momento de servir la comida, acomodo todo en una mesa, para
que se pudiesen servir libremente, prendió las velas. Tomo un cerveza del
refrigerador y se sentó en el sillón a esperar. Tomo entre sus manos una
fotografía de Juan y contemplándola arrullada por el tiempo se quedó dormida.
Juan entro por la puerta y con un beso despertó a Victoria,
le dio un gran abrazo como si no se hubieran visto en años, se sentaron a comer
y platicaron como viejos amigos a pesar de ser esposos, recordaron sus
aventuras y sus ratos divertidos, se sentaron en el sillón hasta que Verónica
se durmió entre sus brazos.
Victoria fue despertada por una fuerte corriente de aire que
entro por una de las ventanas, la luz de las velas ya se había extinguido, la
comida lucia en su sitio, se dio cuenta de que la visita de Juan había sido un
sueño, acomodo la fotografía de su difunto esposo Juan junto a la comida, se dirigió
a su habitación y se recostó en su cama quedándose profundamente dormida, una lagrima le recorría la mejilla en aquella fría madrugada del 2 de noviembre, en algún lugar de México.
